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martes, mayo 15, 2007

desde Bestiaria : Dialéctica sentimental

Bestiaria : Colección de relatos, descripciones e imágenes de mujeres reales o fantásticas

Dialéctica sentimental

Posted: 15 May 2007 02:53 AM CDT

Es curioso que el amor, con su delicada complejidad, sus anécdotas difíciles, sus temerosos protagonistas y sus engaños reciclados, esconda, en su centro, una secreta e irreductible matemática. Porque así como una sinfonía puede ser despojada de todos sus clarinetes y violines, y ser reducida a una ingenua melodía para piano, el amor también puede ser, sin su adorno, un sencillísimo patrón binario:

a b a b a b

Mi amiga Marcela, por ejemplo, tuvo cuatro relaciones importantes a lo largo de su vida. La primera fue con un director de cine, con el que tuvo un vínculo intenso, macizo, absoluto. Se completaban de forma tan simétrica, que no podían vivir el uno sin el otro. No obstante, su amor era tan apasionado como sus peleas, y finalmente, luego de tres años de felicidad inestable y dolorosa, se separaron para siempre.

Luego de esa relación, Marcela se puso de novia con un profesor de matemáticas tranquilo y compañero que le trajo paz y estabilidad. Conoció por primera vez lo que era una rutina gratificante y reposada: iban juntos al cine, cenaban con amigos o hacían arreglos de la casa. Pero en el medio de tanta felicidad ocurrió una tragedia: Marcela se enamoró de otro.

El otro, según Marcela, era un escultor brillante. Con él floreció: estudió arte, conoció Europa y volvió a pintar (lo había dejado para dedicarse a la docencia). Fue una etapa muy productiva pero muy triste de su vida, porque si bien estaban muy enamorados, también vivían compitiendo. Él vivía haciéndola sentir menos, y ella, que en el fondo también creía que era inferior, no pudo dejarlo sino hasta que lo encontró con una alumna en la cama.

Luego de esa experiencia Marcela cambió para siempre. Colgó los pinceles y se cerró de manera serena y cerebral. Conoció a un ingeniero estricto y organizado que le ordenó la vida. Se enamoró y se casó a los seis meses, tuvo dos hijos, y ahora vive sin sobresaltos, cuidando a su familia.

Este ejemplo tiene, como única intención, ilustrar una obviedad: después de una relación "A" (el director de cine), sólo es posible una relación "B" (el profesor de matemática), al pasar mucho tiempo en la serenidad de una relación "B", invariablemente buscamos una del tipo "A" (el escultor), que termina por empujarnos, heridas y desesperadas, a los brazos de una persona que nos sane, o una relación "B" (el ingeniero) .

Las relaciones "A" son las fundadoras del clisé de la media naranja, porque pudiéramos resumir la relación en un sólo sentimiento, sería justamente ese: el de haber sido completado por otra persona. Son, además, si se me permite el lugar común, puro fuego. Su amor tan intenso, tan perfecto, tan profundo, que emborracha. Es la perfecta sincronía del cariño mútuo. Es como el amor de las novelas, de los libros, del cine. Sin embargo, tanto amor tiene sus efectos colaterales: toda la pasión es también ira, toda la simetría es, a su vez, competencia, y toda la genialidad es, además, narcicismo. Las relaciones "A" son un agujero negro: una opulenta fuerza que absorbe y asfixia a los integrantes de la pareja.

Las relaciones "B", por el contrario, son confortables y serenas. Iluminan a las personas como estrellas tibias que sanan, mejoran, que hacen bien. Son vínculos apacibles, considerados, duraderos que construyen matrimonios rutinarios pero sólidos, para toda la vida. Sin embargo, son, de manera simple y espontánea, vínculos incompletos. El otro miembro es, a lo sumo, un buen compañero, un gran padre o un cable a tierra, pero jamás un amor absoluto.

Para ilustrarlo mejor, voy a ensayar algunos símiles: las relaciones "A" podrían ser una exquisita torta de chocolate con ocho capas de dulce de leche y merengue italiano, y las "B" un sutil budín de limón o una torta de manzanas. O una sinfonía y una sonata. O un auto de fórmula 1 y un compacto de dos puertas. O por qué no, un par de stilettos de taco aguja y unos mocasines de cuero legítimo.

El amor se mueve, entonces, sinuoso como una víbora indecisa. Quien elige a un "A" corre el riesgo de morir herido en una pelea y el que se casa con un "B", de morir insatisfecho. Sin ir más lejos, es muy común escuchar a un hombre decir que si se volviera a casar, lo haría con una mujer tranquila y compañera que "no le rompa las pelotas" o a una mujer decir que su marido es buen padre y esposo, pero que le falta algo.

Siempre que una mujer abandona a un hombre del que está muy enamorada, sólo está dejando a un "A" que le hace daño; y cada vez que una mujer es infiel, en realidad está tratando de quedarse con lo mejor de ambos mundos: un hombre "B" que la cuide, y un "A" que la haga sentir perfecta.

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