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domingo, febrero 24, 2008

MEXICO: La crisis moral de los partidos

La crisis moral de los partidos
Por: Saúl Arellano | Opinión
Domingo 24 de Febrero de 2008 | Hora de publicación: 00:59
 
 
 
Las democracias contemporáneas requieren de sistemas de partidos competitivos, sólidos y sobre todo, sistemas equitativos que permitan una disputa justa en torno a la búsqueda del poder político. La consolidación de estos sistemas sin embargo, requiere de la preexistencia de una ciudadanía que asume responsabilidades y que simultáneamente cuenta con las capacidades para ejercer sus derechos.
Es en esa lógica que cobra un sentido mayor la idea de Octavio Paz relativa a que la equidad sin libertad es una quimera. Lo es también la idea de que las libertades son suficientes para garantizar la permanencia y la legitimidad de un régimen democrático.
La consolidación de una democracia depende pues de las capacidades de la ciudadanía para establecer, ya sea por sí o por sus representantes en los Congresos o los Parlamentos, controles a la actuación de los partidos políticos, cuando éstos se alían a intereses que no se corresponden con el bienestar colectivo y con la generación de un desarrollo equitativo para todos.
En México estamos viviendo un delicado momento en nuestra historia política: nuestra ciudadanía es en su mayoría una ciudadanía no democrática (terrible paradoja), y como resultado, los partidos políticos se han convertido en espacios endogámicos que responden más a los intereses creados y a los poderes fácticos, que a las demandas, necesidades y sobre todo, a los derechos humanos y sociales de las personas.
En función de lo anterior, vale la pena preguntarse si los partidos políticos que hoy tenemos se encuentran sumidos en una crisis moral. Una pregunta así es de suyo compleja y ambigua. ¿Qué se entiende por crisis y qué se entiende por moral, en primer término? Y en consecuencia con la respuesta que pueda darse, ¿cuáles serían las consecuencias y las ventanas de posibilidad y actuación pública en el caso de que en realidad exista esa pretendida crisis?
Se entiende aquí por crisis la definición que han dado filósofos como Emmanuel Kant: una crisis implica la alteración o el cuestionamiento de los fundamentos que hacen a una cosa o a un fenómeno ser lo que es. Y este fundamento primero, en el caso de los partidos políticos, no puede ser otro que la búsqueda legítima del poder, a través de los canales institucionales establecidos y aprobados por una sociedad, con el fin de construir gobiernos que garanticen los máximos de bienestar posibles, en un ambiente de legalidad, justicia y libertad.
En segundo término, por moral se entiende aquí simplemente una actuación apegada a las nociones socialmente aceptadas y asumidas en torno a lo que es correcto hacer; esto es, un conjunto de principios que llevan a actuaciones racionalmente aceptadas por todos, en aras de garantizar la convivencia, la equidad, la justicia, la libertad y la dignidad inherentes a todos los seres humanos.
Si las nociones que propongo son correctas, es inequívoco sostener que los partidos políticos que hoy tenemos en México viven una profunda crisis moral. La viven, en primer lugar, porque ninguno de los partidos representados en el Congreso o que ocupan alguno de los cargos ejecutivos en cualquiera de los tres órdenes de gobierno de nuestro país, han sido capaces de construir instituciones para la cohesión social, para la equidad y la justicia social; y este hecho no se deriva simplemente de ineficiencias administrativas, sino de la carencia de liderazgo y de la capacidad de construir un proyecto de nación que nos incluya y nos garantice a todos una calidad de vida digna en un contexto de seguridad.
La crisis moral se evidencia también, en el hecho de que los partidos políticos se han visto envueltos en los últimos años en escándalos que anulan su credibilidad, y que nos muestran los niveles de complicidad que se han generado en torno a grupos de intereses económicos, que en ocasiones han oscilado y se presentan bastante cercanos a la ilegalidad.
El Partido Acción Nacional, por ejemplo, no dio nunca una respuesta satisfactoria al caso de los Amigos de Fox; a los escándalos en torno a la señora Marta Sahagún y el supuesto enriquecimiento ilícito de sus hijos (al menos inexplicable hasta ahora); o bien al reciente caso del desvío de recursos de Pemex hacia su sindicato.
Por el PRI, la lista de casos bochornosos, por decir lo menos, es larga: Mario Marín y todo lo que implica el caso de Lydia Cacho y la sospecha de pederastia de quienes, queda claro a través de las llamadas telefónicas que escuchamos en medios nacionales, son sus amigos. Así también el bochornoso caso de las llamadas que escuchamos del diputado Emilio Gamboa sostenida con el empresario de las "hermosas botellas de coñac", convertido en "papito y rey" en este nuevo episodio telefónico. A esta lista habría que agregarle el caso del "Pemexgate" y una larga lista de incongruencias y casos patéticos de políticos que honestamente deberían darse pena a sí mismos.
En el PRD, los casos son igualmente patéticos, con el agregado de que este partido se asume como el "depositario único" de la autenticidad moral, la integridad y el abanderamiento de las causas justas; tan "justas" que fueron capaces de dejar en libertad al señor René Bejarano, después de que todos los vimos literalmente embolsarse miles de dólares; lo mismo ocurrió con el ahora defenestrado "intelectual" Carlos Imaz; y con los casos no menos patéticos de Fernández Noroña y las recientes "cualidades machistas y misóginas" del señor López Obrador y sus alusiones a las "sobadas de pierna", junto al corifeo de sus defensores a ultranza y salameros, que no ven en este personaje ninguna posibilidad de error o mácula moral.
Aunado a lo anterior, y quizá como una de las consecuencias más nefastas de la composición y actuación de los partidos, se encuentra el tema de su no-renovación generacional. En el PRD hasta sus jóvenes parecen viejos; y en el PRI los únicos jóvenes entusiastas con que se cuenta son los hijos de políticos o ex políticos que les han dado la posibilidad de formar parte de una elite francamente en decadencia.
El único partido que se ha decidido a posicionar a una nueva generación de jóvenes es el PAN; empero, el riesgo que hoy se corre es que esta nueva generación de políticos se encumbre sin contrapartes que puedan sostener un diálogo inteligente, así como disputa racional que busque lo que a todas luces está muy alejado de la visión que han mostrado hasta ahora este grupo de políticos jóvenes, y que es recobrar un profundo sentido de patria y la convicción de luchar en aras de la construcción de un proyecto nacional orientado por la justicia y la equidad social.
Qué lejos estamos, por ejemplo, del nivel de debate y discusión que han mostrado en los últimos meses los Senadores Hillary Clinton y Barack Obama, así como los niveles de civilidad que aun en medio de una cerrada competencia política, nos han permitido conocer dos visiones y dos propuestas políticas sin duda enfrentadas. En medio de la crisis moral de nuestros partidos, estos dos personajes parecen gigantes y hacen ver a una buena parte de nuestra clase política como un circo de enanos en donde el que más crece aspira sólo a convertirse en payaso.
Necesitamos una renovación urgente en los partidos; se requiere de la generosidad de los políticos, pero ello implica que pudieran reconocer que su generación fue incapaz de conducir al país hacia una democracia plena y con niveles de vida dignos y aceptables para todos. Ya fracasaron en esta tarea; esperemos ahora que puedan cumplir al menos esta otra: llevar al país a una renovación que les devuelva tanto a los partidos, como a las instituciones, el liderazgo y la autoridad moral para situar a nuestro país en la esfera de la justicia social.

sarellano@ceidas.org
 
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Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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