El discurso del "desalojo" no es una convocatoria para una contienda electoral. Es una arenga. Allamand estableció un argumento que habla de la obligatoriedad de derrotar al enemigo-Concertación.
Antonio Cortés Terzi, director ejecutivo del Centro de Estudios Sociales Avance
Una fuerza política gobernante que se sabe en declinación y amenazada de dejar de serlo, puede tender a cometer "despropósitos" intelectuales, porque, puesta ante tal posibilidad, podría sublimar el temor a la derrota y reaccionar más desde el sentimiento que inspira ese temor que desde la razón.
Pero un fenómeno similar puede producirse en fuerzas que están en posición contraria, o sea, que no estando en el Gobierno piensan y se convencen que tienen todo para ganarlo. En efecto, cuando se siente que se ha alcanzado una suerte de "derecho natural" a vencer y, sin embargo, el acontecer de la realidad, de vez en vez, introduce dudas y se hace presente el miedo a una nueva derrota, en este caso también el temor se sublima y alienta "despropósitos" intelectuales. Es lo que está ocurriendo en la derecha chilena (o en sectores de ella), porque se entrampó en la lógica y en la discursividad del "desalojo". El discurso del "desalojo" no es una simple convocatoria incentivadora y movilizadora para enfrentar una contienda electoral. Es un grito de guerra. Una arenga militar. Con el concepto "desalojo" lo que Andrés Allamand estableció es un argumento que habla de la obligatoriedad histórica y moral de derrotar al enemigo-Concertación. Sacó el tema de las nociones que rigen las pugnas democráticas, porque a los adversarios políticos no se les "desaloja", pero sí a los usurpadores, a los violadores de las leyes o de las buenas costumbres. El "desalojo" es un "imperativo categórico", no una propuesta proba y rigurosamente democrática.
La convocatoria del senador RN va más allá de una elección: es un llamado para una acción histórica y moral "épica". Bajo la influencia de la "épica del desalojo" la derecha (o sectores de ella) está compelida a verse intelectualmente perturbada y propensa a "despropósitos" en este mismo orden. En primer lugar, porque la obliga a seguir nutriendo el discurso del "desalojo", es decir, denostando a su "enemigo", convenciendo de las bajezas que lo hacen merecedor del "desalojo", etc. Y en esa lógica tiene poca cabida la interlocución inteligente.
Y, en segundo lugar, porque esa influencia estimula temores mayúsculos, al menos en las fracciones derechistas más lúcidas e informadas. Éstas saben que hoy es imposible un pronóstico certero sobre las elecciones de 2009. Una quinta derrota consecutiva en una elección presidencial obviamente que causa miedo. Pero es obvio también que ese sentimiento se amplifica al máximo cuando se visualiza una derrota precedida de un discurso histórico y moralmente "épico" y con visos de "imperativo categórico". Y, amplificado el temor, se amplifican las posibilidades de "despropósitos". Los "despropósitos" intelectuales de la derecha han estado a la vista. Por ejemplo, el fondo de las argumentaciones para rechazar el nombramiento en el directorio de TVN de Mahmud Aleuy estuvieron basados en la siguiente puerilidad: el problema no es que sea "político", sino que se le nota, que no lo oculta. Otro ejemplo: las acerbas críticas que ha recibido el senador Carlos Bianchi por haber votado en favor el proyecto del Transantiago se han reducido a decir que el acuerdo con el Gobierno fue un vulgar "negocio". ¿Y qué es lo que se hace en la política-práctica cotidianamente? Max Weber define a ésta, sin recelos, como "negocio político" y considera a éste como parte de la "ética de la responsabilidad".
Y qué decir de los esfuerzos de sectores de la derecha por descalificar los resultados de la Casen y a la Casen misma como instrumento de medición. En rechazo a esas conductas fue, precisamente, que un intelectual de derecha -Harald Beyer- empleó el término "despropósito" aquí reiterado ("El Mercurio", 25/06/07, "Sobre pobreza y Casen 2006"). En definitiva, para la derecha, la lógica y el discurso del "desalojo" es y será fuente de "despropósitos" intelectuales. Lo más irónico de esta situación es que esa lógica y ese discurso son, en gran medida, obras de una estrategia tramada por Andrés Allamand, quien nunca ha logrado plasmar sus planes con éxito. La derecha y, en particular miembros de su intelligentzia, podrían descubrir mañana los altos costos intelectuales y éticos a pagar por sumarse a una estrategia inútil.
Publicado con autorización del Centro de Estudios Sociales Avance (www.centroavance.cl)