Estamos viviendo tiempos muy complicados para comprender a las nuevas generaciones, principalmente por parte de padres o tutores y a pesar de que los maestros son la parte más sensible y culta de la sociedad, también están pasando por serias dificultades para lograr la atención y despertar las ganas de aprender contenidos académicos en sus alumnos.
Esto, porque, como ya lo había explicado anteriormente, nos enfrentamos a cerebros revolucionados de generaciones altamente inteligentes en procesos mentales “cibernéticos”, por lo que, la comodidad de un click, hace incapaces de pensar y reflexionar a nuestros hijos y alumnos para tomar decisiones asertivas y resolver problemas de manera exitosa.
De ahí la importancia de aprender a conducir a niños y jóvenes, para entenderlos y comprender sus sentimientos, situación que lograremos con un gran compromiso de cambio, porque no podemos pretender tratarles como nosotros fuimos tratados, porque mientras más exijamos, sobornemos, enjuiciemos o reprimamos, más nos alejaremos del objetivo de educarles bien.
Lo que se hace inminente es un cambio de paradigmas en la manera de educar, pretender que lograremos aprendizajes significativos, suprimiendo el uso de tecnologías, es tan timorato, como cuando a nuestros padres les decían sus cuidadores, que la radio y la televisión eran “productos del diablo” y que los llevarían a la perdición.
Y aunque en el caso de la televisión, casi se ha cumplido la profecía, es una realidad que los medios electrónicos de comunicación bien empleados, han dado un gran vuelco tecnológico de avance y progreso.
Lo que si es necesario, es prepararnos intelectual y emocionalmente no sólo para entender a nuestros relevos generacionales, sino para saber conducirlos, básicamente con conductas y actitudes de paciencia, comprensión y tolerancia, para invitarlos, convencerlos a reflexionar sobre la importancia de aprender a ser sensibles, críticos y proactivos, potenciando su cociente emocional.
Porque desafortunadamente puedo constatar que mientras más alto es el cociente intelectual de las personas, el raciocinio, hace que su cociente emocional sea inversamente proporcional, es decir a más inteligencia intelectual, menos inteligencia emocional.
Situación que ha provocado este caos global, los jóvenes ya no están dispuestos a esforzarse por trabajar para el bienestar de otros, convirtiendo a las sociedades en entes deshumanizados y en supresoras de los valores universales de amor, respeto y empatía, al sustituir el contacto directo con sus semejantes, por conversaciones y contactos virtuales, con computadores cada vez más sofisticados.
Que los acercan inusitadamente, embebiéndolos tantas horas y propiciando un sociedad que habla menos, que aprende cada vez más sobre tecnologías, pero menos en contactos cálidos y de calidad, por lo que se hace ineludible un cultivo sustancial de nuestra inteligencia emocional para contrarrestar los efectos devastadores de las sociedades globalizadas.
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