Cambio Climático: Escépticos depende, deniers no
El  escepticismo en ciencia es bueno.
Más  que bueno; es necesario.
Más  que necesario; es un requerimiento, una obligación de cualquier persona que  pretenda observar el mundo desde una perspectiva científica.
Por  eso, en el post donde criticaba a los que niegan la existencia de un cambio  climático provocado por la actividad humana no cité a los escépticos (un término  y actitud intelectual que respeto) sino a los deniers (un término y actitud intelectual que  repruebo).
Los deniers son personas cuyo escepticismo se ha  ensuciado de ideología, y mantienen una postura dogmática y activista en contra  del cambio climático. Cada denier tiene sus razones no científicas para  ello.
Aquí  no decimos que, sin lugar a dudas, el calentamiento global vaya a desembocar en  una situación catastrófica. Ni negamos que haya incertidumbres por resolver  todavía. Nadie dice que el dióxido de carbono sea el único responsable, ni que  los modelos climáticos sean perfectos, ni que sepamos con certeza cómo  reaccionará la naturaleza a un posible aumento de la temperatura.
Pero  sí creemos en el mensaje básico que la inmensa mayoría de investigadores nos  llevan diciendo desde hace años: la actividad humana es responsable de un cambio  inusual en el clima, y en un mundo con cada vez más demanda energética, si no  nos esforzamos en reducir la emisión de gases de efecto invernadero, las  consecuencias a medio plazo pueden ser graves.
Ir  contra corriente es tentador. Aquellos que deseen mantener una posición  escéptica y desconfiar del consenso científico siempre encontrarán algún fleco  por donde alimentar su inconformismo. Pero también deben considerar las  peligrosas consecuencias paralizantes que pueden conllevar sus acciones.
Si  las dudas en la opinión pública sirven como excusa a los gobiernos para retrasar  las acciones destinadas a mitigar el cambio climático, y al final resulta que  tenía razón la casi totalidad de expertos que está advirtiendo de sus posibles  consecuencias, quizás habremos reaccionado demasiado tarde.
Las  decisiones políticas no se toman bajo certezas incontestables. Quizás el virus  de la gripe aviar nunca mutará a una cepa que sea letal y a la vez contagiosa  entre humanos, pero como sí es posible, debemos confiar que la OMS esté  invirtiendo dinero y esfuerzo en prepararse por si llega el momento de evitar  una pandemia. En el caso del calentamiento global, no podemos permitirnos la  insensatez de esperar a ver qué ocurre.
Durante mi estancia en el MIT y Harvard he conversado con muchos expertos en cambio climático. Muchos. Uno de los más reconocidos me confesó en privado: "Yo soy de los que en su momento recomendó al presidente de US no cumplir Kyoto, porque los datos de que disponíamos entonces no eran concluyentes. Ahora son incontestables". También asistí a la asignatura "Global Climate Change: Economics, Science and Policy" de Henry Jacoby , y a unas pocas sesiones de la del meteorólogoKerry Emanuel (recomiendo esta extensa pieza ). He atendido a sesiones sobre periodismo y cambio climático en las que una conclusión era: "No confundamos al público dando voz a los deniers y promoviendo un debate interminable cuando en realidad ya no lo hay". Recuerdo magníficos seminarios como el de John Holdren en Harvard (recomiendo también este artículo reciente ). En algunos de ellos se replicaba científicamente los argumentos más comunes utilizados por los escépticos. Yo escuchaba con una mente abierta, crítica y en absoluto crédula. Y lo confieso, al final quedé convencido.
A pesar de ello, no voy a incitar una discusión sobre los planteamientos específicos de los deniers. No creo que un blog como éste sea el lugar adecuado para hacerlo. Además, ya hay sitios que lo han hecho muy bien (de los más asequibles para el público general es este especial de NewScientist ). Y sobretodo, porque es contraproducente. Un denier entrenado está preparado para rebatir argumentos y generar confusión.
Insisto:  no decimos que no haya puntos conflictivos a debatir. Existen bastantes. Una  postura escéptica está justificada y es totalmente lícita. Siempre que no genere  dudas paralizantes sobre el consenso científico de que debemos reducir la  emisión de gases de efecto invernadero como precaución ante las posibles  consecuencias del cambio climático. Entonces puede ser peligrosa e  irresponsable.
Las  discusiones sobre el calentamiento global no pueden ser tratadas de la misma  manera que el debate genes vs entorno, la teoría de cuerdas, el futuro de la  inteligencia artificial, la coexistencia de ciencia y religión, o las  características de los homínidos que nos precedieron. En ocasiones toca  posicionarnos y actuar, estemos plenamente convencidos o no.
John Holdren define 3 fases de escepticismo respecto al cambio climático. La primera fue el "no lo hemos provocado nosotros", y es propia de un denier radical poco actualizado. La segunda, el "tampoco hay para tanto", pertenece a un ciudadano acomodado del primer mundo al que no le afectarán directamente las posibles sequías, pandemias, menor rendimiento agrícola en países pobres, huracanes más intensos, condiciones climáticas extremas, o desaparición de especies. Y el que se sitúe en la triste tercera, el "esto ya no hay quien lo arregle", que por lo menos no interfiera en los que sí pretendan intentarlo.
 
 






















