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lunes, diciembre 05, 2011

Los indignados de Harvard: una economia con rostro humano

Análisis & Opinión

Los indignados de Harvard

José Ignacio Moreno León

Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.

  • Lun, 12/05/2011 -

Harvard es la más antigua universidad de los Estados Unidos; fundada en 1638, se ha mantenido en el tope de las mejores universidades del planeta, albergando 44 premios Nobel en su personal académico.

Por sus aulas han pasado presidentes de los Estados Unidos como Theodoro Roosevelt, Franklin Roosevelt, John Kennedy y Barack Obama, al igual que Vicente Fox y Felipe Calderón de México, y Álvaro Uribe de Colombia, y a través de su intensa labor académica y de investigación, ha ejercido importante influencia en la economía y en la vida política de los Estados Unidos.

En estos últimos meses el apacible clima académico de esta prestigiosa casa de estudios se ha visto sacudido por varios eventos vinculados al movimiento de los indignados que, en su versión norteamericana se conoce como los Occupy Wall Street, cuyas primeras protestas públicas comenzaron en Manhattan, el pasado mes de septiembre y luego se extendieron por otras importantes ciudades, incluyendo Boston y Cambridge, que es el asiento del Campus de Harvard, donde más de 350 miembros de este movimiento, entre docentes, egresados y otros integrantes de la comunidad universitaria, se han apostado desde noviembre en los accesos de la misma con protestas, criticando el papel de la universidad y de algunos de sus egresados en la crisis financiera que afecta sensiblemente la economía de los Estados Unidos y Europa.

Los indignados de Harvard señalan que muchos de los ejecutivos graduados en esa emblemática universidad, estaban trabajando en los bancos que provocaron la crisis con el manejo poco ético del sistema de créditos hipotecarios. Pero a estas protestas públicas se ha unido otra más directa y más académica, con poca resonancia en los medios.

A casi una década del manifiesto moralista de Etzioni, los indignados de Harvard, se unen para reclamar una economía con rostro humano y una visión de la economía y de los negocios que, frente a la aguda crisis financiera global, ponga por encima de lo crematístico los supremos intereses de los seres humanos...

Se trata de la carta que un grupo de estudiantes de esa universidad le dirigieron el 2 de noviembre a su profesor Gregory Mankiw, retirándose del curso introductorio a la economía (Economía 10) que dicta este reconocido economista, ex asesor del presidente George W. Bush y autor de diferentes publicaciones de uso frecuente en las escuelas de economía.

Los estudiantes manifiestan su indignación por la forma como este académico orienta sus clases señaladas como de pensamiento único neoclásico que es, según ellos, la visión reducida de la economía que en gran parte alimenta a los egresados de Harvard para dirigir grandes empresas y orientar a los gobiernos en materia económica y financiera.

Los alumnos de Mankiw señalan que su visión limitada de la enseñanza de la economía preserva los problemas y las ineficiencias del sistema económico actual, a través de las injusticias que tanto daño están causando a la sociedad contemporánea; por ello le reclaman la omisión de un análisis crítico de los beneficios y deficiencias de los diferentes modelos económicos y exponen que no hay justificación para presentar las teorías económicas de Adam Smith como fundamentales y superiores, por ejemplo, a las teorías keynesianas.

Los alumnos de Mankiw le recuerdan a su tutor que si Harvard falla en equipar a sus estudiantes con un entendimiento amplio y crítico de la economía, sus acciones pueden ser perjudiciales para el sistema financiero global, lo cual se ha podido comprobar con la crisis económica y financiera de los últimos cinco años, y concluyen su misiva anunciando que se están incorporando a los movimientos de protesta que señalan, entre otras razones de su inconformidad, la corporativización de la educación superior; por lo que anuncian su apoyo a dichos movimientos como intento para cambiar el discurso sobre las injusticias económicas que prevalecen en la sociedad norteamericana.

Anteriormente, frente a los preocupantes problemas que aquejan a la sociedad contemporánea derivados del sesgo excluyente de la globalización y el modelo economicista que la acompaña, en Harvard se han producido otras protestas, destacándose la de Amitai Etzioni, considerado el más importante sociólogo contemporáneo, quien en un extenso y crítico artículo, publicado en The Washington Post, en agosto de 2002, a raíz de la crisis de Enron, hizo graves señalamientos a las escuelas de negocios, incluyendo la de Harvard por el poco empeño que ponían en la enseñanza de la ética a quienes se estaban formando en las mismas para escalar posiciones de magnates corporativos y de agentes bursátiles; pues como quedó en evidencia en el fraude millonario que causó la quiebra de esa importante empresa de energía, el mismo fue promovido y amparado por sus altos ejecutivos, muchos de los cuales ostentaban postgrado en gerencia de esas prestigiosas escuelas de negocios de los Estados Unidos.

En esas escuelas la enseñanza gerencial se concentraba en la dotación de herramientas para optimizar la rentabilidad de los negocios y la ganancia personal, pero sin darle la importancia adecuada al desarrollo de los principios morales y éticos imprescindibles para asegurar una gestión honesta de los mismos.

A casi una década del manifiesto moralista de Etzioni, los indignados de Harvard, se unen para reclamar una economía con rostro humano y una visión de la economía y de los negocios que, frente a la aguda crisis financiera global, ponga por encima de lo crematístico los supremos intereses de los seres humanos. Por ello, además de estar a favor de una economía crítica, demandan hacer de Harvard una "universidad socialmente responsable".

*Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo.com.ve.

José Ignacio Moreno León


Fuente:

Saludos
Rodrigo González Fernández
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RSE INTERESANTISIMO ARTICULO La RSE: ¿mapa, brújula o radar?

mapa brujula o radarNunca me ha gustado mucho entrar en el debate sobre las definiciones de la RSE. No porque no las encuentre útiles y necesarias, sino porque no me queda claro para qué las queremos cuando discutimos sobre ellas. Pero, sobre todo, porque nunca hemos abordado con suficiente claridad una de las dimensiones de los debates sobre las definiciones. Los debates sobre definiciones son muchas cosas, pero también son luchas por el poder.

¿En qué sentido? Pues porque todo esfuerzo por establecer lo que las cosas "son" conlleva, en este tipo de temáticas, la voluntad de afirmar -al mismo tiempo- como "deben ser". La definición de la RSE nunca es un asunto académico, sino un asunto eminentemente práctico y, en un sentido amplio de la expresión, político.

Ninguna definición de la RSE es inocua. Porque quien establece una definición, en el mismo instante conquista el poder de decir -habitualmente a los demás, por cierto- cómo actuar. Y establecer una definición otorga al mismo tiempo el poder de juzgar sobre si la acción -habitualmente la de los demás- se ajusta o no la definición. Por eso es comprensible que haya tanto debate en torno a establecer qué es la RSE, porque no es tanto una cuestión de palabras, sino de qué se quiere hacer con las palabras. No nos debe extrañar, pues, que haya conflictos, tensiones y desacuerdos en torno a las concepciones, puesto que en este terreno un conflicto conceptual es también un conflicto de intereses. En este sentido, aunque obviamente yo también estoy interesado en disponer de una comprensión de la RSE, nunca me ha preocupado excesivamente la batalla por las definiciones y las terminologías (que se pueden multiplicar hasta el infinito): porque lo que me preocupan son las interpretaciones. El significado de la RSE no se juega en las definiciones sino en las interpretaciones. De la misma manera que el significado de un valor no se encuentra en en el diccionario, sino en las prácticas que se llevan a cabo en nombre de este valor.

Así pues, no hay que acercarse a los discursos sobre la RSE como un debate sobre su "verdad"; sobre si definen lo que la RSE "es". Sino como herramientas que nos ayudan -y nos pueden ayudar mucho- a orientar nuestra acción y nuestras decisiones, a dialogar sobre ellas, a contrastar y confrontar diversas perspectivas posibles sobre ellas. En definitiva, nos ayudan a ir (re)construyendo el sentido de lo que hacemos, a disponer de marcos de referencia para (re)interpretar lo que hacemos, a innovar en nuestras prácticas y a transformarlas, y a poder dialogar y razonar sobre estas prácticas desde una diversidad de perspectivas, sin que ninguna de ellas pueda pretender disponer de la verdad sobre qué "es" la RSE.

Por eso, cuando oigo hablar a la gente sobre la RSE (sean empresas, profesionales o todo tipo de stakeholders), me interesa a menudo indagar no lo que dicen sino qué uso hacen de su discurso. Definiciones similares admiten usos muy diferentes y al revés: desde discursos muy diferentes se puede compartir la misma aproximación. Se puede usar la RSE como mapa, como brújula o como radar.

Entender las definiciones de la RSE como un mapa presupone la creencia de que ya se dispone de una reproducción a escala de la realidad, por eso queremos disponer de mapas antes de salir de viaje: porque queremos poder situarnos en la realidad antes de tener cualquier contacto con ella. Los mapas pueden estar mejor o peor hechos, pero siempre pretenden reproducir a escala la realidad. Por tanto, se trata sólo de estar situado en el mapa, entre otras cosas porque los mapas ya te dan los caminos preestablecidos. De ahí que tan a menudo los debates sobre la RSE sean debates sobre si las empresas están o no suficientemente adaptadas al mapa preexistente, o sobre hasta qué punto deben adaptarse a él. Y esto genera un proceso circular de ir perfeccionando el mapa con la intención de que la realidad empresarial se vaya ajustando a él.

Una brújula, en cambio, te da direccionalidad, o te ayuda a encontrar orientación. Pero no prejuzga el camino. Incluso, ante determinadas circunstancias que vienen dadas por la realidad, una brújula ayuda a entender lo que, visto desde fuera, parece un rodeo, porque te permite explicar cómo y por qué ante las circunstancias orográficas (y no digamos si se trata de navegar) tomas determinadas decisiones que aparentemente te separan de tu norte. Y, obviamente, permite tener un criterio para deliberar sobre si el camino elegido es el mejor posible. La brújula te hace responsable tanto del punto que tomas como referencia en el horizonte como del camino que emprendes para acercarte a él.

Un radar también te permite moverte. Pero lo que te facilita el radar es la información suficiente para poder moverte sin chocar con los demás que, por su parte, también se mueven. El radar facilita el movimiento continuo sin llegar a chocar con nadie. No te ayuda a establecer a dónde vas, sino a saber qué debes hacer para no chocar con los demás. Pero también facilita que la propia actuación dependa de las de los demás. Hasta el punto que, llevado al extremo, quien usa la RSE como un radar no tiene ningún compromiso intrínseco con ella, sino que es el resultado de su respuesta más o menos inteligente a los movimientos y los riesgos que percibe en su entorno.

Mapa, brújula o radar. Es una cuestión de mentalidad, de aproximación, de actitud. No de procesos, metodologías o herramientas de gestión. Por eso puede haber actores que manejan la RSE de manera muy sofisticada o con discursos muy elaborados en cualquiera de las tres aproximaciones. Y también puede haber planteamientos muy elementales propuestos desde cualquiera de los tres enfoques. Incluso cuando se critica o rechaza la RSE no queda claro si se está pensando en un mapa, en una brújula o en un radar. Por eso va bien preguntarse, en los debates sobre qué "es" la RSE si en la demanda o en la propuesta de ideas y definiciones se busca un mapa, una brújula o un radar. Y también qué buscan las empresas al acercarse a la RSE. Y qué pretenden quienes se aproximan a las empresas hablando de RSE. Y...

Y, sobre todo, va bien preguntarse personalmente si la propia aproximación a la RSE, más allá de los contenidos, es predominantemente como mapa, brújula o radar. O quizás alguna otra que a mí se me ha escapado.

Fuente:DIARIORESPONSABLE

Saludos
Rodrigo González Fernández
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