La estrategia de la Comunicación Empresarial está inmersa  en un proceso de profundo cambio estructural como consecuencia de las  modificaciones que se han producido, en los últimos años, en el entorno de la  empresa. 
Algunos de estos cambios provienen del ámbito tecnológico como  son los provocados por la incorporación de las NNTT al mundo de la gestión, o  del sociológico como los actuales planteamientos que tienen los clientes en  cuanto a exigencias y a su propia consciencia del poder que pueden ejercer con  su decisión de compra. 
Otros vienen originados desde el campo de la  Política, en parte por la decadencia de las ideologías clásicas, ya que la  desaparición de las posturas extremas ha producido una tendencia a concentrarse  en otras más pragmáticas y centradas. 
También se han generado unas  severas modificaciones conceptuales y operativas en los mercados, en los que la  globalización e internacionalización ha provocado la revisión de las estructuras  organizativas y las prácticas comerciales. 
Por último, no hay que  olvidar la incursión, en el entorno, de determinadas entidades que, en el  inmediato pasado, carecían de peso y poder pero que, ahora, por ese cambio  sociológico producido, han adquirido nuevas capacidades y, sobre todo, una  cierta autoridad moral de liderazgo opinático, como es el caso de las ONGs.  
Igualmente, las propias Administraciones Públicas están incurriendo en  ciertos ámbitos exclusivamente empresariales, a pesar de aducir una actitud  liberal, con la intención cada vez más acusada de inferir en el mundo de la  empresa por medio de leyes y decretos. 
Este tipo de alteraciones del  entorno influyen, en todas sus perspectivas, en el interior de las corporaciones  provocando, en muchas ocasiones, efectos tan nefastos que ponen en serio peligro  la propia sostenibilidad de la entidad. 
Así observamos que la tecnología  impone la realización de un sobreesfuerzo tanto por parte de la empresa, que  tiene que dedicar recursos a formación, como por el trabajador que se ve  obligado a adquirir nuevas capacidades para asegurar su puesto. 
En  bastantes ocasiones se aprovecha este cambio tecnológico para renovar las  funciones de algunas posiciones ya que, al verse afectadas por una gestión  informatizada, es factible que se pierda el propio sentido de las mismas, a no  ser que se enriquezcan con otras actividades, lo que induce a la polivalencia de  los puestos o a la multifuncionalidad. 
La transformación sociológica que  se ha indicado en el caso del cliente externo, tiene el mismo significado y  características en el del cliente interno, en el trabajador. El cambio de su  perspectiva laboral y sus consecuencias, son significativas: relativa fidelidad  a la empresa, prevalencia de la vida personal a la laboral, valoración del  tiempo libre
 
Igualmente sucede con el tema ideológico. Este cambio en  la concepción política implica, aunque se consideren ámbitos separados,  modificaciones en la óptica sindical. Se está avanzando hacia un sindicalismo  corporativo, de clases profesionales, de servicios a sus asociados y con el  requisito de contar con unos líderes sindicales cuyos perfiles están más  cercanos a los de los directivos que a los que tenían los sindicalistas del  siglo pasado. 
Hoy están mejor preparados, conocen y tienen experiencia  en la gestión empresarial, quieren implicarse, sinceramente, en el proyecto  empresarial porque saben que es prioritario para todos y exigen que sus  organizaciones demuestren, fehacientemente, responsabilidad corporativa ante la  sociedad. 
La globalización e internacionalización de los mercados ha  impactado en el interior de las empresas de forma significativa. En especial  porque estas situaciones requieren profesionales con nuevas capacidades:  idiomas, aceptación de una movilidad geográfica y con polivalencia en su  formación, y con nuevos planteamientos: carreras internacionales, desarrollos  profesionales no verticales o visión global de la empresa, además de las  modificaciones organizativas que ello supone. 
Todo esto implica una  profunda reconsideración del modelo de Comunicación, en especial del de  Comunicación Interna, ya que tanto el emisor como el receptor han cambiado, por  lo que el mensaje y los instrumentos de transmisión también tendrán que ser  diferentes. 
De ahí la necesidad de plantearnos este cambio estratégico,  que ya ha iniciado la Comunicación Externa, y que inexorablemente pasa por  trabajar sobre el modelo de Cultura Corporativa, de los valores corporativos, de  la reputación interna. En definitiva, de trabajar con los intangibles.  
Es por ello por lo que, en esta situación, resulta fundamental definir  un buen proyecto empresarial, saber comunicárselo al empleado para motivarlo,  implicarlo y fomentar su orgullo de pertenencia a la institución. 
En  esta línea, parece lógico relacionar la Comunicación Interna con la Reputación  Interna, es decir, con la imagen o reconocimiento que tienen los trabajadores  del comportamiento de su empresa tanto en el campo de la gestión, como en su  proyección económica, social, medioambiental o ética. 
En esta  disquisición es importante señalar que no estamos refiriéndonos, exclusivamente,  al clima laboral, al ambiente de trabajo ni a la satisfacción interna, sino que  es un concepto mucho más amplio y de mayor calado, aunque, en parte, integre los  mencionados conceptos. 
Tampoco es Marketing Interno, aunque sí es cierto  que si la corporación tiene interiorizada dicha filosofía, tiene ya conseguido  un importante porcentaje de su nivel de reputación Interna. 
Habrá que  relacionarla, principalmente, con conceptos que están, o deberían estar,  presentes en todo tipo de organización, pero que pueden ser modificables a medio  y largo plazo, como son la cultura organizativa o corporativa y el propio  proyecto de empresa, su visión, su misión y los valores que le dan sentido en el  día a día. 
El que sepamos definir bien ese proyecto, el que se venda y  comunique de tal manera que se logre que los empleados lo asuman como propio y  lo apoyen, va a ser determinante en la consecución de una buena Reputación  Interna. 
El papel que se asigna a la Comunicación Interna en este  planteamiento es el de convertirse en el instrumento de diálogo entre los  diferentes niveles de la estructura, con el objetivo de alcanzar el consenso  necesario para que el proyecto sea asumido y compartido por todos. 
Si el  mensaje es claro porque la empresa tiene una visión concreta de lo que quiere  conseguir o de hacia dónde hay que posicionarse y lo sabe transmitir, si se  produce el consenso entre las partes afectadas de la organización sobre la  manera de lograr los objetivos y, además, la Cultura Corporativa está  constituida, fundamentalmente, por unos valores compartidos, la reputación  Interna será más fácilmente alcanzable. 
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