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viernes, mayo 30, 2008

Un mercado ideal: Empresas con fines de lucro que ayudan a los pobres en vez de explorarlos


Article ImageUn mercado ideal: Empresas con fines de lucro que ayudan a los pobres en vez de explorarlos

¿Puede una empresa obtener beneficio con el trabajo de la población pobre del mundo en desarrollo sin aprovecharse de esas personas?

 

Para Patrick Byrne, la respuesta es un rotundo sí. Byrne cree haber descubierto una manera de que su empresa, Overstock.com, gane dinero con el trabajo de artesanos del mundo en desarrollo y, al mismo tiempo, ayudarlos a contactar con la clientela del mundo desarrollado. Pero, para Chuck Waterfield, creador de Microfin —un software desarrollado por él para los receptores de microcréditos— la respuesta es un contundente no, al menos en lo que se refiere a Compartamos, un acreedor conocido del segmento del microcrédito mexicano. Ambos presentaron su punto de vista en la Conferencia sobre Microfinanzas de Wharton de este año.

 

En 2001, Byrne creó una división de Overstock denominada Worldstock, que comercializa objetos, ropa y piezas de mobiliario hechos por artesanos del mundo en desarrollo. Su idea, inicialmente, consistía en eliminar los intermediarios de la industria del comercio recurriendo a su experiencia en logística en Internet con el objetivo de evitar a los llamados jobbers, u operadores intermediarios, que compran y revenden el stock excedente de los minoristas. Byrne llegó a la conclusión de que su empresa podría hacer lo mismo por los artesanos del mundo en desarrollo, eliminando los importadores y las tiendas que, por norma, se colocan entre ellos y los consumidores americanos.

 

Overstock, empresa de capital abierto, proyecta obtener beneficio, aunque no siempre con demasiado éxito. En 2007, la empresa obtuvo pérdidas de 45 millones de dólares sobre ventas por valor de 760 millones. Byrne, sin embargo, opera Worldstock buscando simplemente cubrir los costes. La división sirve a la empresa matriz por medio de la generación de noticias positivas en la prensa y por el fortalecimiento de los lazos entre Overstock y su clientela. "Las personas que compran esos productos de la empresa son nuestros clientes más fieles", dijo. "Una persona que nos busca y compra un aparato de sonido no puede ser considerado un cliente fiel. Pero, si alguien nos busca y adquiere conocimiento del modo en que el producto es fabricado, ese individuo se convierte en nuestro mejor cliente — no sólo de Worldstock, pero de todo el sitio web".

 

Entre los productos vendidos por Worldstock hay bancos hechos en Perú, arreglos de mesa confeccionados en Indonesia y alfombras tejidas en Tibet. "No se trata de productos que sean adquiridos por mera solidaridad", dijo Byrne. "Incentivamos a nuestros clientes a comprarlos porque son bonitos". En el momento en que esos productos entran en el comercio americano, "van a parar en tiendas sofisticadas que cobran por ellos cinco veces más de lo que nosotros cobramos. Nos encontramos con algunas reacciones negativas por parte de esas personas. Ellos estaban pagando 35 dólares por un producto que representa un mes de trabajo en Indonesia, lo llevaban a continuación a EEUU y lo vendían por 150 dólares. Nosotros los compramos por 60 ó 70 dólares y los revendemos por 99 dólares".

 

La crítica por parte de los dueños de tiendas no incomoda a Byrne. En realidad, no es nada en comparación a la censura que ha recibido de Wall Street. Durante muchos años, Byrne se ha lanzado —y ha sido muy criticado por eso— a una cruzada contra los inversores que apuestan por la caída de los precios de una acción específica [en las operaciones de venta al descubierto]. Él los denunció e intercambió acusaciones con la prensa económica, asegurando que ambos colectivos operaban en secreto de mutuo acuerdo con el objetivo de socavar el valor de empresas vulnerables. (Byrne repudia especialmente una práctica conocida como naked short-selling, en la que los inversores comercializan ilegalmente acciones al descubierto que ni siquiera tomaron prestadas. Sus críticos dicen que tal práctica es más rara de lo que él alega, y que su campaña sirve sólo para desviar la atención del pésimo desempeño de Overstock).

 

La estructura de propiedad de Overstock permite operar a Byrne por medios poco ortodoxos, protegiéndolo si él abre una subsidiaria deficitaria o tiene que pelear con el mundo de la inversión. "Estoy en ventaja por el hecho de poseer un tercio de la empresa, y personas con mi apellido, así como amigos próximos son dueños, colectivamente, de cerca de un 80% o un 85% de la empresa", dijo. "Por lo tanto, no tengo que preocuparme mucho de una posible rebelión de accionistas".

 

Byrne ha organizado Worldstock de manera que la empresa pueda comercializar del modo más eficiente posible los productos de los artesanos ofreciéndoles, al mismo tiempo, un tratamiento justo. Él constató que la empresa funciona mejor cuando negocia con cooperativas pequeñas y no individualmente con los artesanos. Un artesano autónomo, en general, no tiene acceso a Internet, y Worldstock prefiere comunicarse con los proveedores a través de la Red. "Una cooperativa de pequeño tamaño puede perfectamente adquirir un ordenador que le permita comunicarse con nosotros. Descubrimos que lo mejor es trabajar con grupos de cinco a 25 personas".

 

Worldstock no hace negocios con grupos mayores porque eso podría hacer que acabaran vendiendo productos industrializados, lo que perjudicaría la reputación de la empresa. Las fábricas tienden a explotar más a sus trabajadores que las pequeñas cooperativas, dijo Byrne. Worldstock busca también limitar el volumen de trabajo infantil utilizado por sus proveedores. "Adoptamos un principio por lo cual el niño debe frecuentar la escuela y trabajar, a lo sumo, hasta dos horas al día", dijo. La empresa hizo una excepción en el caso de Afganistán después que una afgana encargada del programa en el país informó de que pocas niñas frecuentaban la escuela.

 

Byrne acusa de ingenuidad a las personas que prohíben el trabajo infantil. "La idea de que los niños no deben trabajar de forma alguna es una visión burguesa típica de Occidente que se formó en los últimos 150 años", dijo. "Durante buena parte de la historia de la humanidad, a lo largo de casi toda su existencia, si un padre de familia trabajaba con plata, los hijos acabarían ayudando en ese trabajo".

 

Worldstock ya no actúa en Afganistán, pero no a causa de los problemas relacionados con el trabajo infantil, sino porque los trabajadores del gobierno esperaban recibir sobornos de la empresa, y Byrne no estaba dispuesto a pagar. "Afganistán es el mayor proveedor de heroína del mundo, ¿por lo tanto quien podría imaginar que los agentes de la aduana fueran corruptos?", dijo en tono de broma.

 

Los viajes de Byrne despertaron su interés en descubrir medios por los cuáles las empresas que trabajan para obtener beneficios podrían ayudar a las personas en el mundo en desarrollo. Cuando él comenzó a viajar era filósofo — se doctoró en filosofía por Stanford — y no hombre de negocios. Había estudiado también economía, y sus viajes lo llevaron a cuestionar las obligaciones éticas de EEUU y de Europa Occidental con el mundo en desarrollo.

 

"Me quedé un poco decepcionado con el mundo de las ONGS (Organizaciones No-Gubernamentales)", recuerda. "Algunos de sus miembros vivían como si estuvieran en los tiempos del Raj [periodo del reinado británico en India]. Cuando tuve contacto con las ONGS preocupadas en salvar el mundo — del tipo 'Vamos a salvar los niños del mundo de alguna cosa' — constaté que había un enorme desperdicio. Las experiencias que tuve en el Sudeste Asiático y en China me dejaron muy desilusionado en relación a esas cosas". Byrne llegó a la conclusión, por ejemplo, de que las grandes ONG, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, "tal vez tuvieran un impacto mucho más negativo que positivo".

 

Byrne comenzó entonces a pensar en medios por los cuáles el capitalismo de estilo occidental pudiera tener éxito allí donde las ONG habían fallado. Esto lo llevó al trabajo del economista Muhammad Yunus, pionero en la microfinanciación— concesión de préstamos de pequeño valor a personas extremadamente pobres — en su Bangladesh natal. Byrne considera Worldstock una combinación de la filosofía de Yunus con el comercio vía Internet. "Creo que somos la mayor empresa del mundo con prácticas justas de comercio", dijo. "Actualmente, estamos presentes en 35 países. En breve alcanzaremos la cifra de 50 millones de dólares en ventas, de las cuáles 30 millones ya fueron pagadas a los proveedores. Estamos intentando enviar el dinero lo más directamente posible a los artesanos con el mínimo de margen de beneficio. Nuestro objetivo es siempre el de triplicar la renta de las personas".

 

Nadando en dinero
La obra de Yunus no inspiró sólo a Byrne. También esparció los programas de microfinanciación por el mundo en desarrollo. Ejemplo de eso es el Banco mexicano Compartamos. Compartamos ha alcanzado el éxito con préstamos concedidos a los más pobres en Estados como lo de Chiapas, en México. La empresa abrió su capital al público el año pasado reuniendo, para la ocasión, 450 millones de dólares, y constantemente ha obtenido retornos sobre su patrimonio (ROE) de más del 50%. Un banco bien gestionado estaría muy feliz con un ROE del 20%.

 

Los números de Compartamos generaron controversia, ya que los críticos se quejan de las tasas de intereses cobradas por la institución — generalmente, del 100% — puesto que se trata de una empresa sin fines de lucro. El banco comenzó como institución de caridad y se convirtió en una empresa con ánimo de lucro en 2000. Incluso Yunus criticó la entidad, acusándola de práctica expoliadora de préstamos a una clientela pobre.

 

Waterfield, que moderó durante el Congreso de Wharton una discusión sobre un caso de estudio basado en las actividades de Compartamos fue menos contundente en sus observaciones, pero dejó ver que comulga con algunas posiciones escépticas en relación a la entidad. Él señaló, por ejemplo, que el banco del Wal-Mart en México cobra menos por los préstamos concedidos que Compartamos. Waterfield, que desarrolla software, escribió un programa bien conocido de préstamos que es utilizado por muchas agencias de microfinanciación. "Compartamos fue una de las primeras empresas en utilizar mi programa", dijo, añadiendo que nadie estaba acusando a la empresa de operar ilegalmente, y que se trata de una de las mayores proveedoras de microcréditos del mundo, lo que es señal de que muchos de sus clientes no se oponen a sus prácticas.

 

Waterfield observó que, de acuerdo con las normas del mundo desarrollado, todos los préstamos de las entidades de microfinanciación parecen abusivos, con tasas de interés que están lejos incluso de las tasas cobradas por las administradoras de tarjetas de crédito. "No hay una tasa de interés única que sea aceptable para las instituciones de microfinanciación. Las tasas tienen que se diferentes dependiendo del país donde la institución opera, de los servicios ofrecidos y del tamaño del préstamo concedido". Algunos países presentan más riesgos que otros, y los pequeños préstamos exigen un coste de administración igual a los de los grandes. Los acreedores necesitan cobrar tasas más altas por préstamos menores para cubrir sus costes. "Los intereses varían, sin embargo, los costes son fijos", observó.

 

A pesar de eso, Waterfield se cuestiona si Compartamos estaría obteniendo ventajas de personas con acceso limitado tanto al crédito como a las informaciones relativas a las tasas y las políticas tradicionales de préstamos. Comparados las otras compañías de microfinanciación, Compartamos parece nadar en dinero. "Otras instituciones con préstamos de tamaño semejante cobran menos que Compartamos, y esa diferencia es beneficio", dijo. "No hay nada de ilegal en eso. Ellos cobran lo que el mercado consigue soportar".

 

Teóricamente, los clientes de Compartamos comparan sus tasas y servicios con los de la competencia, y buscan otra institución en caso de que se sientan engañados. Pero, el principio de cautela por parte del comprador adoptado por el mundo desarrollado tal vez no funcione en las regiones más pobres del mundo, advirtió Waterfield. "En muchos países, no hay leyes que protejan al consumidor que contrata un crédito. Hicimos un trabajo excelente conquistando un público para esa industria, pero no hicimos nada para promover políticas favorables al consumidor y que se destacaran por la transparencia".

 

Por lo tanto, los prestatarios de Compartamos que quieran obtener información sobre préstamos competitivos tendrían dificultad en hacerlo, observó. "Los mercados están localizados en áreas rurales y se hallan muy distantes unos de los otros, por eso es improbable que los prestatarios sepan lo que se pasa en otras agencias de crédito". Poca gente del sector se "opone a las empresas que obtienen beneficios", añadió. "Pero, ¿qué porcentaje de beneficio sería considerado aceptable? Lo que se debe tomar en cuenta es la transferencia de riqueza".


Publicado el: 28/05/2008
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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