Una planta usada en el vudú podría generar bonanza en energía ecológica
JACQUELINE CHARLES /TMH
DOURET, Haití
Durante generaciones, los practicantes del vudú en zonas rurales como Douret, han confiado en los poderes de una planta indígena sumamente tóxica que, dicen, tiene el poder de transmitir energía de una persona a otra y liberar las almas que quedan atrapadas después de la muerte.
La planta puede encontrarse en las casas de los sacerdotes de vudú, llamados manbos, como Immacula Jean, de 70 años, a quienes durante siglos se les ha conferido una especie de estatus social en el campo haitiano, algo que por lo general sólo se otorga a personas con títulos universitarios o con mucho dinero.
Sin embargo, la planta, que puede vivir hasta 50 años y a la que los haitianos llamanGwo Medsiyen o Medsiyen Beni --pero que se conoce en la comunidad científica como jatropha curcas-- ha emigrado de las tumbas a un plano mucho más universal de energía.
Los científicos y los gobiernos de todo el mundo cosechan el arbusto con la esperanza de que sus semillas aceitosas puedan crear la próxima gran bonanza de energía ecológica.
''La jatropha le brinda a Haití una oportunidad formidable'', dijo Mark Lambrides, director de la División de Energía y Cambios Climáticos de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El potencial de la planta es conocido por los científicos desde hace más de una década, pero la presión cada vez mayor por hallar energía más barata e información de investigadores agrícolas de que los generadores en India y Nepal funcionan con biodiésel a partir de las semillas de jatropha.
Estados Unidos y Brasil, el principal productor mundial de etanol, firmaron el año pasado un acuerdo para ayudar a los países más pobres como Haití, y a su vecina la República Dominicana, así como a El Salvador, St. Kitts y Nevis, a reducir sus gastos de petróleo y la dependencia del combustible fósil mediante la exploración del potencial que tienen los biocombustibles.
A pesar del éxito del uso de la energía alternativa en las Américas, algunos señalan que tal vez la jatropha no sea una planta milagrosa, como muchos la han calificado. Aunque podría ser una fuente para aliviar la pobreza al impulsar la economía rural, todavía no se sabe si vale la pena la inversión, tanto para los procesadores como para los productores.
De cualquier modo, en ninguna parte de la región hay más necesidad de encontrar una fuente de energía renovable que en Haití, donde el servicio eléctrico es inestable y muchas veces sencillamente no se ofrece. Las largas décadas de tala de árboles para hacer carbón han transformado el paisaje haitiano --que en determinado momento fue exuberante-- en un verdadero desastre ambiental.
El año pasado Haití importó alrededor de $200 millones en combustible diésel, una mitad para el transporte y la otra para los generadores eléctricos. Mientras tanto, la empresa de electricidad de Haití consume cerca de 832,700 litros mensuales de petróleo y 13.2 millones de litros mensuales de diésel para generar electricidad sólo durante ocho horas al día en Puerto Príncipe, según un estudio preparado por el gobierno de Estados Unidos.
Al cultivar el potencial de jatropha, que ya se cosecha en tierras muy erosionadas del país, ''podemos satisfacer nuestras necesidades energéticas y usar el dinero para ayudar a los agricultores'', dijo Reginald Noel, que prueba su marca de biodiésel procesado con aceite de cocina recogido en los restaurantes del área, y quien durante años ha hecho campaña sobre la necesidad de que el gobierno establezca una política de energía.
''Esto podría contribuir a reducir nuestra dependencia energética al desarrollar fuentes más renovables como la energía eólica, solar y los biocombustibles'', dijo Noel.
Sin embargo, aprovechar esas posibilidades es un reto.
Por lo menos tres docenas de proyectos de jatropha han surgido aquí desde el año pasado, entre ellos viveros en Terrier Rouge y Lhomond. En este último, la empresa Entreprise Exploitation Jatropha (EEJ) han distribuido 10,000 plantas a los agricultores haitianos.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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